El Desvío: Del humor a la rabia

Ahora que estamos en Semana Santa y la gente pasa poco tiempo en la red, aprovecho para contar esto, que seguramente no será nuevo para mucha gente.
No, no es ninguna revelación que me asquea la violencia física y que la verbal sólo la ejerce quien puede y no quien quiere. A mi modo de ver, nunca es lo mismo un insulto que una bofetada, porque el insulto no tiene por qué ser en absoluto efectivo, pero la agresión física siempre lo es. Para insultar vale cualquiera, casi tanto como para golpear, pero es cierto que hay que tener una concesión de parte del insultado para que sea eficaz el insulto, y es que le importe en absoluto lo que digas. Ese poder se da o no se da. No insulta quien quiere, sino quien puede. ¿Creen ustedes que es lo mismo que alguien te insulte a que alguien te ofenda? No, una cosa es la ejecución y otra es el resultado, un resultado que puede ser o no ser. En mi caso, por ejemplo, el insulto o la ofensa efectiva menos grave es la que me provocan los políticos, porque claro que me importa que alguien que toma decisiones sobre mi futuro sea un rematado nazi; me importa porque me afecta en la práctica. Le doy importancia porque la tiene. Ahora bien, que alguien sin cara, a través de internet, publique un comentario mentando a mi madre…, sinceramente, con un block se sortea y ni para sofocón de tercera división me da. La irrelevancia absoluta, si me preguntan.
Cuando, estas últimas semanas, he leído todo tipo de comentarios y artículos sobre la bofetada de Will Smith a Chris Rock, he llegado a varias conclusiones. La más triste es, sin duda, que hay demasiada gente defendiendo la violencia como respuesta comprensible a un comentario con el preaviso de “esto es un chiste” incrustado y brillando en letras de neón. He leído a gente diciendo que por un chiste malo no hay que ponerse así, lo que es cierto, pero me pregunto si realmente el chiste era malo o, simplemente, muy flojo; Ricky Gervais también ha opinado y ha dicho que él no habría bromeado sobre el pelo de Jada Pinkett-Smith, sino sobre su novio -ese sí habría sido un chiste desternillante-. Está quien matiza y dice que es un chiste de mal gusto, que ya no significa que sea malo sino que te ha hecho sentir incómodo… Pues, no sé, ¿no te rías? Quiero decir, que si te hace sentir incómodo, basta con no reírte. Se confunde la gente que lo compara con el bullying -está bien recordar que la traducción al castellano es, literalmente, «acoso»-, puesto que esta es una práctica que busca humillar y aislar al humillado, no hacer reír o construir una crítica ingeniosa sobre alguna cuestión concreta, y se sostiene de forma continuada -porque es acoso-, no en forma de chiste esporádico.
No es lo mismo encajar una broma que aguantar el acoso. De hecho, la mala comedia no es delito y el bullying sí.
Se ha hablado mucho del gag de Martes y 13 sobre la mujer maltratada. En el momento de su estreno, por lo visto, era gracioso. Millán Salcedo se ha disculpado públicamente por ese sketch, no porque tuviese malicia sino porque la desinformación, la falta de conciencia, tan inmensa que había en la España del año 90 sobre el maltrato a las mujeres lo hacía trivial. La distorsión era tremenda. Hoy, la sociedad ha tomado conciencia de la tragedia, presente y lacerante, de modo que el chiste se antoja tosco hasta decir basta, muy cutre y nulo en cuanto al ingenio. Nos entristece en lugar de hacernos reír. Ni siquiera puede agarrarse al comodín del escándalo, al que se suele agarrar el buen humor negro. Ni ese consuelo le queda. Sin embargo, no hay que perder de vista que Salcedo insiste, y estoy de acuerdo con él, en que no hay que censurar el humor en cuanto a qué temas se pueden tocar y qué temas no; todo en la vida es susceptible de burla, pero no todos los chistes son inteligentes. No detrás de cualquier chiste hay talento. La pregunta es, ¿seguimos tan involucionados como los campesinos que tiraban tomates a los cómicos que, a su entender, eran malos en el Siglo de Oro, o ya podemos expresarnos como personas civilizadas?
Desde mi punto de vista, la mayoría de las personas reaccionan con calma y sin darle más trascendencia a los malos chistes. La violencia es señal de otra cosa, es señal de una gestión fallida de emociones que ya traes de casa antes de escuchar el chiste. Claro que te puedes ofender, tienes derecho a ofenderte, pero recurrir a los golpes sólo denota una inteligencia emocional pobre o saturada, una rabia mal llevada. El cómico no tiene culpa de lo que te pasa por dentro, no es responsable de tus miedos ni de tus complejos. Si un chiste te toca la fibra sensible, quizás te hace un favor: te revela que algo no va bien y ahí está la oportunidad para mejorarlo. Como bien dice el maestro John Cleese «si la gente no es capaz de controlar sus emociones, intentará controlar el comportamiento del resto».
El Desvío: Reflexiones en confinamiento IISi Chris Rock hizo un chiste sobre la cabellera rapada de una de las invitadas a la gala de los Oscars y todo el patio de butacas, incluido el marido de la señalada, se rio al momento, quizás no fue un chiste incómodo para nadie excepto para ella. Tiene todo el derecho del mundo a no reírse. Mi pregunta es si se rio con algún otro chiste antes o después del suyo, o si sólo se le pone cara de haber chupado un limón cuando le llega a ella el reparto.
A mi pregunta, saltan otras personas diciendo que, ojo, el chiste es de mal gusto porque señala la alopecia de una mujer que la sufre a causa de una enfermedad. Ok, habría sido insensible por parte del cómico -ser insensible no es ningún delito pero está feo-, si no fuese porque el chiste no hace referencia alguna a esa enfermedad y porque ella misma, como después he comprobado, usa sus redes sociales para normalizar su aspecto y decir que la alopecia y ella van a ser “amigas”. El humor normaliza todo, incluido el drama y el sufrimiento, por eso Umberto Eco escribió “El nombre de la rosa”. Es decir, que un chiste, al final, lo que hace no es sino normalizar ese aspecto de su físico que ella pretende naturalizar, pero que no permite que nadie use a modo de chiste, porque entonces se está cometiendo un sacrilegio, una usurpación de su sacralidad como persona enferma. Me suena a revictimización sin paracaídas. Lo de la enfermedad, ya lo digo, no me sirve como excusa para descalificar un chiste que ni lo comenta ni se acerca someramente a señalarlo.
Les voy a decir por qué es un chiste flojo: porque trabaja con una obviedad como es el físico no normativo, lo que no implica ni dos minutos de trabajo mental. No suelen sacarme ni la sonrisa siquiera, porque no denotan inteligencia por encima de la de quien recibe el chiste. A mí me gustan los chistes que hablan a gritos del ingenio del cómico. Lo que me gusta de los chistes es sentir que tengo delante a una persona más avispada y rápida que yo, porque esos son los cómicos que me echan a reír. Los que te señalan a un hombre gordo y te dicen “mira, un gordo” pues tienen poco que aportarme, sinceramente. De hecho, por eso me parece tan brillante la serie “Grasa”, de David Sáinz: dame una obviedad y ahora haz comedia sin ser evidente. Claro que el físico de una persona puede dar pie a un chiste, pero la brillantez está en no contar algo que ya se ve a primera vista y buscando que la gente se ría con tu nulo esfuerzo. Precisamente, tanto de Kike Pérez, protagonista de “Grasa”, como de David Sáinz, su perpetrador, leí atentamente sendas reflexiones sobre este desagradable suceso, y, para qué negarlo, compartí cada palabra de ambos: que pegar a una persona, nada menos que por un chiste, está absolutamente fuera de lugar y denota una falta importante de argumentos y recursos, así como la pena que nos dio a muchos ver a Will Smith reaccionando justo al revés de como todos habríamos imaginado que reaccionaría Will Smith. Se te cae la admiración al dedo chico del pie.
Otra de las hipótesis de la gente era que, si Smith no hubiese movido un dedo y hubiese sido Jada Pinkett-Smith quien hubiese subido a darle el guantazo al cómico, la habrían llamado loca exagerada. Sí, claro, de hecho es lo que estamos comentando sobre su marido: que se ha pasado veinte pueblos y que, a todas luces, no está bien. Eso sí, en el caso de Will Smith, además, con el aliciente del machismo recalcitrante del momento y del discurso posterior, que merece comentario aparte porque fue verdaderamente preocupante y peligroso como mensaje de blanqueo al maltrato. También la habríamos llamado exagerada -sin el “loca”- si se hubiese levantado y se hubiese ido, pero por lo menos no habría habido violencia física en directo y machismo recalcitrante, no se habría arruinado la carrera de nadie, no habrían dejado al resto de nominados y premiados sin su momento…, en resumen, no habría sido bochornosamente egoísta.
Esa noche hubo chistes peores, aún más flojos, e incluso auténticamente malos porque no jugaban con algo que fuese real -no puede hacer gracia decir que Penélope se enfada si Javier gana a solas, porque sabemos que es mentira, que no casa con la realidad, pero el cómico lo une a una generalidad como “ya se sabe cómo son las chicas”, una machistada que arrancó risas y que Penélope y Javier aguantaron con entereza y clase, lo que no les impide opinar posteriormente lo penoso del chiste y del autor, por supuesto-. Quizás Penélope Cruz y Javier Bardem no tengan una movida interior que les llene de miedo y rabia y que les haga perder el control al escuchar tonterías como la de Chris Rock.
Apenas uno o dos días después del nefasto espectáculo, Jim Carrey, un tipo que sabe bien de lo que habla cuando se refiere a Hollywood, dijo alto y claro lo que muchos pensábamos. Que no estuvo bien, que fue egoísta con el resto, que Hollywood ya no es aquello que tanto molaba… y que, obviamente, Will Smith no estaba bien. De hecho, la periodista que entrevistaba a Carrey le pregunta qué opina del modo en que la situación “escaló” y él le responde que no escaló, sino que salió de la nada, del simple hecho de que Will Smith tiene algún problema personal que lo tiene frustrado y que le hizo gestionar la situación de manera totalmente equivocada.
El Desvío: A rey muerto, rey traspuestoQue Smith tiene problemas psicológicos es algo tan evidente, tan claro, que parece mentira que haya que señalarlo, pero es necesario porque me he encontrado demasiada gente opinando que actuó de forma correcta y lógica. Tampoco me extraña esta conclusión por parte de una sociedad que jamás ha cuidado su salud mental y que ha criado analfabetos emocionales, también lo tengo que decir. No, amigos, actuó mal, rematadamente mal, y en respuesta a un estímulo que nada tenía que ver con el cómico al que abofeteó. Algo no cuadraba, desde el principio, cuando el que todo el mundo sabía que iba a ser el ganador del Oscar a Mejor actor esa noche se levantó, tras reírse de un chiste, a darle un guantazo al tipo que lo había soltado.
Al final, todo tiene una explicación, por supuesto, pero en ese momento no sabíamos de la misa la mitad. Unos minutos después, con el Oscar en la mano, en su discurso de agradecimiento, se empezó a entender algo. El tipo estaba ahí, llorando a mares, probablemente porque sabía que acababa de reventar el día más álgido de su carrera -ese Oscar le había costado años de perder la dignidad en una campaña verdaderamente vergonzante-, mientras soltaba un discurso propio de algún predicador de finales del siglo XX. El concepto de “amor” que defendió abrazaba todos los aspectos del abuso emocional. No había que estar muy atentos para ver que ahí estaba el problema. ¿Cuántas veces no hemos oído hablar a una persona sobre una situación que nos parece totalmente abusiva, mientras nos las ponen de ejemplo de romanticismo? No es romántico, tío, es abuso y manipulación.
Jada y Will Smith llevan casados desde 1997 y tienen dos hijos -Will tiene tres, ya que en su primer matrimonio tuvo a su primogénito-, y la noche de los Oscars, fue su hijo Jaden el que twitteó “Así hacemos las cosas”, refiriéndose a cómo gestionan los conflictos en su familia, con tono orgulloso… Los hijos son siempre susceptibles de aprender todo lo malo que sus padres les enseñen. El hecho de que el hijo de ambos hiciese ese comentario público no es más que otra señal clara que confirma que algo pasa en esa familia. La imagen de clan que siempre ofrecen, a pesar de los cuernos de Will a Jada y de Jada a Will, no es la más sólida del mundo a estas alturas. Ya se separaron tras la fiesta de tres días que, por el 40 cumpleaños de Jada, Smith le preparó como regalo y que ella calificó como “la más asquerosa exaltación del ego que jamás he visto”. La pérdida de fuerza en taquilla que ha experimentado Will Smith no puede ser achacable a que intente meter a su hijo con calzador en todo lo que hace, pero no hay que pasarlo por alto sin más. También su hija ha hecho carrera desde antes de cumplir la mayoría de edad. Focos y dinero, una narrativa en la que los cuernos se banalizan -la pareja tuvo que abrirse, de tantas infidelidades que se producían entre ellos- y soluciones a golpes. Así hacen las cosas. Por eso tendría que haber presentado la gala Ricky Gervais, porque había material, más y mejor material que el aspecto de Jada.
Hace unos días, la noticia era que Will Smith abandonaba voluntariamente la Academia, antes de que le echaran. Varios de los proyectos que el actor tenía sobre la mesa se esfumaron, lo que nos apena a todos, pero era difícilmente evitable desde el punto de vista empresarial: Will Smith suele trabaja en superproducciones que cuestan un pastizal que se pretende recuperar; ahora mismo, nadie puede asegurar que eso vaya a pasar. Afortunadamente, Smith ha tomado la decisión de ingresar en una clínica donde le ayudarán a solucionar sus problemas emocionales, si él quiere y se deja ayudar. Eso sí es inteligente y un buen ejemplo para su hijo, que puede tomar nota de que hasta su padre se equivoca.
Seguidamente, la Academia le ha suspendido durante diez años. En mi opinión, el Oscar no corría peligro, porque retirar un Oscar sienta un precedente bastante espinoso y estamos hablando de una Academia que no responde ante casi nada y que no se hace responsable de nadie, especialmente de sí misma. Empezar a retirar Oscars no está en sus planes, porque sería como admitir sus meteduras de pata. No veo a Harrison Ford yendo a buscar a Polanski, a pedirle que le devuelva aquel Oscar que fue a entregarle, por poner un ejemplo claro.
Ante este castigo, y tras la retirada de Smith a la clínica, lo más llamativo han sido las declaraciones de Jada Pinkett-Smith. Dice que no necesitaba que nadie la defendiera y que Will “lo exageró todo” por el “fuego del momento”, es decir, que fue un calentón. Que no necesitaba que la defendieran ya lo sabíamos, que Will exageró ya lo sabíamos -como si lo hubiese hecho ella-, que fue el “fuego del momento” ya es la justificación de un error muy gordo. Además, esa es una mentira como una casa, Jada… Todos os vimos riendo con los chistes de los demás. Todos vimos a Will riéndose del chiste sobre tu aspecto. Todos vimos tu cara de incomodidad. Él también la vio, pero ya se había reído, y mi teoría es que quiso compensar lo que, tras ver tu expresión, consideró una equivocación por su parte: reírse. Tengo la sensación de que tú te puedes reír de él, pero él no de ti. Golpeó al tipo que había conseguido que hiciese el ridículo ante su esposa, pensando que eso te compensaría. Me pregunto por qué, y doy por hecho que es porque te tiene miedo. Y mucho, además, porque no se quedó en una lamentable bofetada, sino en un griterío verdulero en directo para el mundo entero que, llámame loca, jamás habría soltado si no llega a ver tu expresión de “este tío me está tocando el coño con su mierda de chiste”. También me llama poderosamente la atención que, en todo ese tiempo, no hicieses absolutamente nada por hacerle parar o rectificar, cuando a mí me habría salido sin ningún género de duda porque ese comportamiento me abochorna, pero ahora dices que “lo exageró todo”. No eres la única que no hizo nada, de hecho me asquea, igual que a Jim Carrey, que la gente le ovacionase y que nadie, ahí, en el momento, se le acercase y le dijese que parase. Tuvieron que cortar para publicidad y entonces, parece ser, se le acercó algún compañero a pedirle calma… El violento ahí es él, claro, sólo queda averiguar de dónde puñetas surge esa violencia. ¿Quién la inicia? ¿El cómico? ¿Seguro?, porque yo creo que no…
El Desvío: Como dijo ValleOtras de las perlas a sumar a esta carrera emocional la recuperan las redes. Maldita hemeroteca… “Nunca quise casarme con él” declaró la señora Smith hace cuatro años. ¿Por qué se casa una mujer que no quiere casarse? Según ella, fue porque se había quedado embarazada de forma accidental. Ahí tenemos el pack de boda por inercia y niño no deseado pero aceptado porque la inercia todo lo puede. En mi opinión, no está tan mal hablar sin tapujos de estas cosas, pero no podemos negar que esas circunstancias también explicarían que la pareja tenga una relación de abuso emocional y que no todo sea tan guay como parece.
Para rematar, un vídeo, en mi opinión muy triste, grabado por la propia Jada y también viral recientemente en las redes, muestra a un Will Smith asustado, dolido, sumiso y humillado por las palabras y la actitud de su esposa, que le graba sin su consentimiento y que reduce sus peticiones y sentimientos a “tonterías que tengo que aguantar”. El vídeo muestra abuso psicológico, de carácter pasivo agresivo, y a un Will Smith casi irreconocible. Si eso es lo que aprenden sus hijos, la agresión la tendrán bien aprendida. Echo en falta que alguien le comente al resto de los miembros de la casa que sin Will Smith no tienen talento alguno al que agarrarse y del que seguir viviendo; me alucina que se den a sí mismos por hecho con tanta fe.
La figura del narcisista, de pronto, aparece con esta mujer. Casualmente, con una presa fácil, como es un hombre con carencias afectivas desde la niñez por la distorsionada figura paterna con la que le tocó lidiar -un padre maltratador-. Sentimientos y cogniciones de depresión, estigmatización, soledad, irritabilidad, baja autoestima, ansiedad y desprotección pueden llevar a la agresividad como método de expresión y de escape de situaciones de estrés. El narcisista encuentra muy sencillo dominar este tipo de psiques. ¿Cómo se reconoce a una persona narcisista? Es tremendamente difícil reconocerlo si eres su víctima, pero desde fuera es bastante más sencillo: son personas prepotentes -se hace lo que estas personas digan, y si quieren grabarte sin permiso, te graban sin permiso; si quieren que firmes algo que no te convence, firmas; si quiere A, aunque te apetezca B, se hace A-, con un sentido del privilegio muy desarrollado -clasistas y egoístas- y cuya necesidad de reconocimiento hace que espere que se le tenga por una persona “top”, como superior en lo suyo, sin que existan logros reales que lo justifiquen -¿tiene Jada Pinkett-Smith algo en su historial laboral que justifique su fama, además de ser la esposa de una estrella de cine muy querida?-. Son expertas en exagerar logros y talentos, consiguiendo convencer de todos ellos a su entorno. ¿Cómo no iba a ser fácil convencer a alguien con problemas de autoestima, que ha estado a merced de tu discurso durante veinte años? Si esa persona se descuida, pensará que te debe la vida, que eres la protección que siempre le faltó y que nunca te equivocas.
Son pinceladas, apenas detalles, pero contundentes. En mi opinión, Will Smith vive una relación insana, porque parte de una situación de desventaja emocional que no le vendría mal corregir, en la que su pareja le falta al respeto y cuestiona sus reacciones desde el desprecio; no tiene una compañera que lo cuide sino una persona que le pasa revista. Cuando golpea a Chris Rock, no lo hace porque el cómico le haya ofendido lo más mínimo, sino porque su esposa está descontenta con su reacción -su risa- ante el chiste, cosa que, visto lo visto, supongo imperdonable. Una persona que vive dominado por el abuso, no actúa con la cabeza, sino llevado por miedos. Se equivocó absolutamente y, quizás, lo mejor que ha hecho es salir de su entorno y meterse en una clínica donde la pueda explicar a algún psicólogo qué tipo de relación enfermiza tienen en familia.
Habrá quien diga que voy a lo fácil, a la mujer mala que lleva al hombre por el mal camino. No, pero recapitulo para los que se han perdido: ella me parece dañina a más no poder y él un saco de boxeo de oferta, lo que no es óbice para que él y sólo él sea responsable de sus actos, como adulto que es. Él y sólo él debe rendir cuentas ante la Academia y él y sólo él debe disculparse -cosa que ya ha hecho-. Que el miedo a tu pareja te tenga dominado y ella se valga de ello hasta el disfrute de tenerte como un perro que le lame los pies es un problema grave; que no tengas ni idea de gestionar la rabia y la agresividad que eso te genera y lo pagues con el resto del mundo es cosa tuya y sólo tuya, amigo mío. Mi consejo sería justo ese, que te pongas las pilas y busques ayuda, porque tus hijos ya están cogiendo ideas.
Personalmente, le deseo lo mejor a Will Smith, sobre todo le deseo una idea del amor mucho menos dolorosa, posesiva y deshumanizadora. Espero que le enseñen a sacar ese miedo y esa frustración para que deje de hacerse daño. Creo que el castigo impuesto por la Academia es justo, así como creo que cuando se recupere debería poder volver a trabajar como siempre. Obviamente, todos podemos equivocarnos y nadie va a crucificar a nadie, pero ha sido bochornoso y qué menos que asegurarse de que otros se lo piensen dos veces antes de ejercer la violencia física en lo que, teóricamente, es una fiesta.
El Desvío: Lo que sea, pero yaP.D.: No me voy a explayar mucho, pero quiero apuntar que llegué a leer un artículo titulado “Siempre apetece partirle la cara a alguien”, escrito por un tal Alberto Olmos, que da muchísima vergüenza ajena y que evidencia uno de los grandes problemas de educación que tenemos en este país. Solucionar tus inseguridades a hostias es de ser un indigente mental, y escribir un artículo haciendo gala de ello demuestra que el violento, en esta sociedad, todavía se siente impune y un marcador de territorio al que le falta rebuznar. Baste señalar que empieza con esta frase: “Sólo la pérdida de valores, la inhumanidad y la completa falta de empatía pueden explicar que la bofetada de Will Smith a Chris Rock haya sido unánimemente condenada”. Claro, Alberto, porque pegar a la gente en un contexto en el que tu integridad física no está ni medianamente en peligro es súper empático, no conlleva deshumanización del otro y demuestra valores purisimos como hacer pagar a los demás la rabia que traes de casa. Señores, evolucionen de una vez, por favor.
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