El Desvío: Era la número uno

Almudena Grandes era la número uno. Era la autora viva más importante que había en este país. A la sobrada altura de Antonio Muñoz Molina. Hay autores tremendos en España, pero estéis pensando en quien estéis pensando, no le llegaba a esta señora ni a la suela de los zapatos.
El Desvío: Del humor a la rabiaMe estremece y me apena profundamente la noticia de su muerte, que significa que nunca voy a poder acercarme a ella para decirle que, sin saberlo, ejerció de maestra cuando leí “Las edades de Lulú” a mis diecisiete años. Varios son los libros que he escrito y que serían muy diferentes y, probablemente, tendrían múltiples carencias si su obra no se hubiese cruzado en mi camino. Adoraba escucharla hablar, como me pasaba con el también muy añorado José Luís Sampedro, porque encontrar personas sabias que son fuente de coherencia es un bálsamo para los que llegamos a dudar de que existan en este país de pirómanos descerebrados abrazados al fascismo y adictos descerebrados del consumismo equidistante. Este país en el que parece que nadie piensa y que se pierde a marchas forzadas la capacidad de sentir por el otro, de empatizar con su pena y su alegría, su dolor o su felicidad… Este país de egoístas muy ruidosos, de malvados con altavoz, ha tenido la inmensa suerte de tener a Almudena escribiendo sobre personas que, sin importarles en absoluto a las élites, le importaban a ella, le interesaban, le generaban amor. Esta tremendísima autora escribía sobre nosotros y para nosotros, como quien teje una manta para dar cobijo a la patria helada, apaleada e ignorada.
El Desvío: Reflexiones en confinamiento IIPecar de cautos es que en un informativo digan de ella que fue de las mejores, de las más importantes. Era la mejor. Era la más importante. No hay salvas ni honores para ella, como los pudieron tener Charles Aznavour o Jean-Paul Belmondo en Francia, pero es que España tiene que aprender que los artistas, los que generan cultura y se embriagan de observar a las gentes de su país para volcarse de vuelta en el pueblo con música, libros, cine, pintura, danza, fotografía, escultura, arquitectura…, son los que nos ayudan a encontrarnos, a reconocernos, a no estar solos en medio de las contradicciones. Son los que, en una vergonzosa mayoría de las ocasiones, dejan el bienestar de toda su vida descartado por tal de seguir siendo artistas, a pesar de lo infravalorados que están. Escribo esto viendo que en televisión retransmiten breves minutos, aquí y a allá, de su entierro en Madrid, y me alegro de ver a mucha gente, algunos sosteniendo sus libros en alto. Eso la define mejor que nada. Es cierto que tiene una larga lista de premios, aunque no esté el Cervantes, y que no formaba parte de la Real Academia… ¿y a quién le importa? A mí, rotundamente, no. Ningún académico de la RAE me ha enseñado lo que me ha enseñado ella, sobre Literatura y sobre mi país. Ninguno, y mira que parece que sólo se desviven por demostrar que de ambos temas saben más que nadie. Ninguno. Que no se trata sólo de saber, que es la parte fácil, sino de sentir, comprender, dejarse atravesar y sacar conclusiones tras permitirse ser vulnerable. Esto último es lo que no consigue casi ningún autor porque es aterrador para los grandes egos -esto es casi todos-, pero de ahí nace la pura Literatura. La Academia no aceptó a Emilia Pardo-Bazán porque era mujer -una mujer que escribía mejor que los que la dejaron fuera- y rechazaba las propuestas de Miguel Delibes para el diccionario por clasismo, porque donde había un hombre enamorado del campo que echaba en falta el infinito léxico de su realidad, los demás académicos veían a un flipado pesadísimo que no se daba cuenta de que el Diccionario no podía ser infinito, cuando los sibaritas de la ciudad no tenían ningún interés por lo que había o no había en el campo. Está muy bien tener un Diccionario y una Gramática Española; yo, que hablo más de un idioma, puedo decirlo: son herramientas muy útiles que se echarían muy en falta si no existiesen. Pero la RAE ha pecado históricamente de miras muy cortas y de egos muy largos. Un problema que sigue teniendo hoy. Sólo por eso, que Almudena Grandes no fuese académica habla mal de la RAE y habla bien de ella. Como ya digo, era la número uno.
El Desvío: A rey muerto, rey traspuestoSale en la televisión Pedro Almodóvar, asistiendo al entierro. Atiende al reportero, con la voz rota de dolor, mientras en la Academia de Cine, en ese mismo momento, le están concediendo ocho nominaciones a los Goya por «Madres Paralelas». Confiesa que, aunque Almudena no lo sabía, él llevaba tiempo queriendo escribir un guión con ella sobre la guerra civil, dado que “no había nadie más cualificado para hablar del tema en las letras españolas”. Estoy absolutamente de acuerdo. Dice también el cineasta, tras ver a la gente exponiendo los libros de Almudena en alto en el cementerio, que “no hay imagen más elocuente” para definir a una mujer, a una patriota, a una demócrata, a una gran artista que siempre habló de libertad y de memoria, recordando que sin esta no hay aquella.
El Desvío: Como dijo ValleDescansa en paz, pero demasiado pronto. Es tan injusto… Lo siento tantísimo por Luís García Montero… Si duele perderla como autora a la que admiras y no conoces, cómo no debe de doler perderla como amor de tu vida… Para volverse loco, que bien sé cómo aman los poetas.
Aquí estamos los que de ella algo aprendimos, y con mil torpezas y menos talento pensamos seguir escribiendo y clamando por el arte, por la memoria, por la coherencia, por la razón, por la democracia, por los olvidados, por las historias grandes y pequeñas de la gente que tiene que gritar para que se le oiga desde arriba.
Gracias, compañera, por haber sido mi maestra.
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